Hacer vino requiere del cuidado de una serie de factores para conseguir un caldo de buena calidad: la adecuada variedad de uva, los métodos de vendimia, las características del terreno y, sin duda, el clima. Así, los veranos excepcionalmente secos a veces son muy beneficiosos para la producción de vino, siempre y cuando vayan a continuación de unas fechas con muchas precipitaciones.
No obstante, un estudio de la revista Nature Climate Change afirma que las vendimias ya se han adelantado en algunos casos hasta 2 semanas y esto se debe a que las temperaturas en fechas invernales, como enero o febrero, cada vez son más elevadas. En caso de que sigan subiendo, la calidad del vino de viñas en zonas cálidas podría estar en riesgo, porque las cosechas tempranas podrían dejar de dar mejores vinos, según Elizabeth Wolkovich, ecóloga de la Universidad de Harvard (EEUU), una de las autoras del estudio. De hecho, cada grado de subida de la temperatura puede suponer un adelanto de la recogida en 6 o 7 días.
Teniendo en cuenta que, según la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología), hay un 50% de probabilidades de que estos meses de julio y agosto se superen las temperaturas habituales en la Península Ibérica – teniendo en cuenta los registros de 1981 a 2010 -, este año la situación podría agravarse.
El calentamiento climático es una de las principales razones por las que nosotros empezamos a enfrentarnos al desafío de hacer plantaciones de viñas a más de 1.300 metros de altura. Así, sabemos que en Barbenuta o en Embún se dan unas condiciones climatológicas con temperaturas más moderadas en verano. Sin embargo, también existe el riesgo de que las viñas se congelen en heladas propias de cotas altas. Pero creemos que dentro de unos años todavía será más beneficioso para nuestro vino, que refleja el espíritu del Pirineo, fresco y aromático, pero que va cambiando inexorablemente junto con el calentamiento global.